miércoles, 26 de noviembre de 2014

"Los andaluces no aprenden a comerse las 'eses' cuando hablan"

El abanico que presenta España de tonos propios de diferentes regiones es amplio y complejo ¿Qué provoca que adquiramos un acento u otro a la hora de ejecutar el habla?


Publicado por el Diario ABC de Madrid

- «¡Niño! er colegah quien eh, ¿er muuchachito ece vestío de murciégalo?»
- «Quio, sí, el mocico que lleva el trajecico ese de murcielago»
- «Neno, ya te dijera antes que me voy poner un traje igual que el que dije hoy»
- «Nen, el noi ha de llevar el disfraz a la escuela»
 
En una España repleta de contrastes, no hay mayor modelo que exponer una conversación cualquiera y totalmente exagerada entre, por ejemplo, un andaluz, un aragonés, un gallego y un catalán. El crisol de acentos, expresiones y formas de habla que aparecen bajo la batuta del castellano, o español, ofrece un paisaje lingüístico demasiado rico y peculiar como para no reparar en ello. Desde ABC.es hemos tratado de buscar las razones por las cuales tenemos una jerga u otra a la hora de ejecutar el habla.
 
Fernando Plans, profesor de español por la Université de Rennes 2 y autor del Blog de Hispanalia, explica al respecto que cada lengua, dialecto o idioma tiene un acento característico debido a cuestiones históricas. «Habría que hablar de los sustratos, es decir, de las lenguas que había ya en un lugar antes de la llegada, por ejemplo, del español a América. Un pequeño ejemplo, el español caribeño tiene un acento muy similar entre los países que comparten el español del Caribe (Cuba, Puerto Rico y República Dominicana) en relación al español de las islas Canarias e incluso a Andalucía, pues fueron muchos de sus habitantes los que partieron a hacer las Américas en el siglo XVI».
A pesar de que la anterior muestra data de cinco siglos atrás, Plans no duda en afirmar que el acento no se pierde, «solo se modifica, se transforma con el que ya había allí. Es lo que se conoce como lenguas en contacto». Y es precisamente en el término 'allí', referido al lugar concreto donde nace un tono, donde surge la duda sobre los factores que influyen en que en una determinada región se hable con una jerga característica, «uno cuando aprende una lengua imita los sonidos y los puntos de articulación de tal o cual lengua o dialecto. Es algo lógico, de la misma forma que en casa aprendimos a hablar como nuestros padres, usando sus expresiones y entonaciones».
 
Plans huye de los tópicos cuando es cuestionado por la influencia de vivir en una ciudad o hacerlo en una zona rural para justificar un mayor o menor deje en el habla, «no entiendo las lenguas como cerradas o abiertas. Los dialectos tampoco. Es como si yo dijera que al ser de Madrid capital no tengo acento al hablar. Claro que lo tengo y todos tenemos el modo de hablar que caracteriza una ciudad, pueblo, región o país. Vivir en un lugar u otro solo marca una cuestión diatópica, o lo que es lo mismo, variaciones dentro del mismo idioma atendiendo a razones geográficas».
 
Y dentro del extenso abanico de territorios donde se utiliza nuestra lengua hay diferencias con mayor grado de obviedad que otras. Andalucía o América Latina representan un claro exponente con algunas expresiones muy marcadas. «Aunque se piense lo contrario, los andaluces no aprenden a comerse las 'eses'. Forma parte de la naturaleza del dialecto andaluz, que a su vez se fragmenta en el andaluz oriental y occidental. En toda América Latina no se pronuncian las 'eses' finales de los plurales o formas verbales. Y cada variedad lo hace con un acento distinto».
 
Regresando al inicio del artículo, otra de las cuestiones más relevantes es la ya mencionada riqueza lingüista, un hecho, que en palabra de Plans, no posee en la actualidad la relevancia que merece, «España cuenta con una variedad enorme de lenguas oficiales, cooficiales y dialectos que no se fomentan ni de defienden desde el Gobierno».

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