Por María González Rouco
Rosalind Kildare Neira y su marido, Tomás Farrelll, personajes de la novela Finisterre, de María Rosa Lojo, llegan a Buenos Aires.
Ella recuerda: “Nos alojamos al principio en un hotel español cercano al Fuerte: el Comercial, que nos habían recomendado por la calidad de la comida.
Cuando mi marido cerró con llave la puerta de nuestro cuarto, me quité las botas, me aflojé el corsé, abrí el embozo de la cama y le tendí los brazos. Me parecía maravilloso estar con él a solas, tranquilos por fin sobre una tierra firme que sería la nuestra.
Llegué a Buenos Aires casi recién casada. Nos habíamos elegido libremente, con el beneplácito de mi padre viudo que me entregó confiado a Tomás Farrell, doctor en medicina, como él, e hijo, como yo, de un irlandés y una gallega. (...) Tomás y yo no pensábamos afincarnos en Buenos Aires.
Los médicos eran aún más apreciados en las provincias interiores que en el puerto cosmopolita, y ya nos esperaba un puesto vacante, en una villa cercana a la ciudad que se llama Córdoba, a imitación de la Córdoba española” (1). Notas 1 Lojo, María Rosa: Finisterre. Buenos Aires, Sudamericana, 2005
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