martes, 29 de abril de 2014

Nuria en el Borges en mayo de 2014


"Me quedan solo 8.000 detalles nada!!! ,estoy nerviosa , emocionada y muy feliz de haber llegado hasta aquí ,muy contenta de la gente que me rodea y de la energía que tengo ..me siento muy agradecida ya antes de comenzar!", expresó Nuria Vázquez a través de las redes sociales.

Los Reyes de España con Francisco


"Pase, pase, primero el monaguillo", se le escuchó decir al Papa Francisco. Acto que fue seguido por carcajadas. La humorada del Santo Padre (cuervo por cierto) ante la visita de los Reyes de España, doña Sofía y don Juan Carlos al Vaticano.

martes, 22 de abril de 2014

La Cortés ...

 

"AYYY ESPAÑA DE MI ALMA...!!!", expresó Marian Cortés a través de las redes sociales, donde informe del próximo espectáculo que protagonizará.

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lunes, 21 de abril de 2014

García Marquez en Galicia

Viendo llover en Galicia

Por Gabriel García Marquez
Diario El País de Madrid
Mi muy viejo amigo, el pintor poeta y novelista Héctor Rojas Herazo -a quien no veía desde hacía mucho tiempo- debió sufrir un estremecimiento de compasión cuando me vio en Madrid abrumado por un tumulto de fotógrafos, periodistas y solicitantes de autógrafos, y se acercó para decirme en voz baja: "Recuerda que de vez en cuando debes ser amable contigo mismo". En efecto, fiel a mi determinación de complacer todas las demandas sin tomar en cuenta mi propia fatiga, hacía ya varios meses -quizá varios años- en que no me ofrecía a mí mismo un regalo merecido. De modo que decidí regalarme en la realidad uno de mis sueños más antiguos: conocer Galicia.Alguien a quien le gusta comer no puede pensar en Galicia sin pensar antes que en cualquier otra cosa en los placeres de su cocina. "La nostalgia empieza por la comida", dijo el che Guevara, tal vez añorando los asados astronómicos de su tierra argentina, mientras se hablaba de asuntos de guerra en las noches de hombres solos en la sierra Maestra. También para mí la nostalgia de Galicia había empezado por la comida, antes de que hubiera conocido la tierra. El caso es que mi abuela, en la casa grande de Aracataca, donde conocí mis primeros fantasmas, tenía el exquisito oficio de panadera, y lo practicaba aun cuando ya estaba vieja y a punto de quedarse ciega, hasta que una crecida del río le desbarató el horno y nadie en la casa tuvo ánimos para reconstruirlo. Pero la vocación de la abuela era tan definida, que cuando no pudo hacer panes siguió haciendo jamones. Unos jamones deliciosos, que, sin embargo, no nos gustaban a los niños -porque a los niños no les gustan las novedades de los adultos-, pero el sabor de la primera prueba se me quedó grabado para siempre en la memoria del paladar. No volví a encontrarlo jamás en ninguno de los muchos y diversos jamones que comí después en mis años buenos y en mis años malos, hasta que probé por casualidad -40 años después, en Barcelona- una rebanada inocente de lacón. Todo el alborozo, todas las incertidumbres y toda la soledad de la infancia me volvieron de pronto en ese sabor, que era el inconfundible de los lacones de la abuela. De aquella experiencia surgió mi interés de descifrar su ascendencia, y buscando la suya encontré la mía en los verdes frenéticos de mayo hasta el mar y las lluvias feraces y los vientos eternos de los campos de Galicia. Sólo entonces entendí de dónde había sacado la abuela aquella credulidad que le permitía vivir en un mundo sobrenatural donde todo era posible, donde las explicaciones racionales carecían por completo de validez, y entendí de dónde le venía la pasión de cocinar para alimentar a los forasteros y su costumbre de cantar todo el día. "Hay que hacer carne y pescado porque no se sabe qué le gusta a los que vengan a almorzar", solía decir cuando oía el silbato del tren. Murió muy vieja, ciega, y con el sentido de la realidad trastornado por completo, hasta el punto de que hablaba de sus recuerdos más antiguos como si estuvieran ocurriendo en el instante, y conversaba con los muertos que había conocido vivos en su juventud remota. Le contaba estas cosas a un amigo gallego la semana pasada, en Santiago de Compostela, y él me dijo: "Entonces tu abuela era gallega, sin ninguna duda, porque estaba loca". En realidad, todos los gallegos que conozco, y los que vi ahora sin tiempo para conocerlos, me parecen nacidos bajo el signo de Piscis.
No sé de dónde viene la vergüenza de ser turista. A muchos amigos, en pleno frenesí turístico, les he oído decir que no quieren mezclarse con los turistas, sin darse cuenta de que, aunque no se mezclen, ellos son tan turistas como los otros. Yo, cuando voy a conocer algún lugar sin disponer de mucho tiempo para ir más a fondo, asumo sin pudor mi condición de turista. Me gusta inscribirme en esas excursiones rápidas, en las que los guías explican todo lo que se ve por las ventanas del autobús, a la derecha y a la izquierda, señores y señoras, entre otras cosas porque así sé de una vez todo lo que no hay que ver después, cuando salgo solo a conocer el lugar por mis propios medios. Sin embargo, Santiago de Compostelano da tiempo para tantos pormenores: la ciudad se impone de inmediato, completa y para siempre, como si se hubiera nacido en ella. Siempre he creído, y lo sigo creyendo, que no hay en el mundo una plaza más bella que la de Siena. La única que me ha hecho dudar es la de Santiago de Compostela, por su equilibrio y su aire juvenil, que no permite pensar en su edad venerable, sino que parece construida el día anterior por alguien que hubiera perdido el sentido del tiempo. Tal vez esta impresión no tenga su origen en la plaza misma, sino en el hecho de estar -como toda la ciudad, hasta en sus últimos rincones- incorporada hasta el alma a la vida cotidiana de hoy. Es una ciudad viva, tomada por una muchedumbre de estudiantes alegres y bulliciosos, que no le dan ni una sola tregua para envejecer. En los muros intactos, la vegetación se abre paso por entre las grietas, en una lucha implacable por sobrevivir al olvido, y uno se encuentra a cada paso, como la cosa más natural del mundo, con el milagro de las piedras florecidas.
Llovió durante tres días, pero no de un modo inclemente, sino con intempestivos espacios de un sol radiante. Sin embargo, los amigos gallegos no parecían ver esas pausas doradas, sino que a cada instante nos daban excusas por la lluvia. Tal vez ni siquiera ellos eran conscientes de que Galicía sin lluvia hubiera sido una desilusión, porque el suyo es un país mítico -mucho más de lo que los propios gallegos se lo imaginan-, y en los países míticos nunca sale el sol. "Si hubieran venido la semana pasada, habrían encontrado un tiempo estupendo", nos decían, avergonzados. "Este tiempo no corresponde a la estación", insistían, sin acordarse de Valle-Inclán, de Rosalía de Castro, de los poetas gallegos de siempre, en cuyos libros llueve desde el principio de la creación y sopla un viento interminable, que es tal vez el que siembra ese germen lunático que hace distintos y amorosos a tantos gallegos.
Llovía en la ciudad, llovía en los campos intensos, llovía en el paraíso lacustre de la ría de Arosa y en la ría de Vigo, y en su puente, llovía en la plaza, impávida y casi irreal, de Cambados, y hasta en la isla de la Toja, donde hay un hotel de otro mundo y otro tiempo, que parece esperar a que escampe, a que cese el viento y resplandezca el sol para empezar a vivir. Andábamos por entre esta lluvia como por un estado de gracia, comiendo a puñados los únicos mariscos vivos que quedan en este mundo devastado, comiendo unos pescados que siguen siendo peces en el plato y unas ensaladas que seguían creciendo en la mesa, y sabíamos que todo aquello estaba allí por virtud de la lluvia, que nunca acaba de caer. Hace ahora muchos años, en un restaurante de Barcelona, le oí hablar de la comida de Galicia al escritor Álvaro Cunqueiro, y sus descripciones eran tan deslumbrantes que me parecieron delirios de gallego. Desde que tengo memoria les he oído hablar de Galicia a los gallegos de América, y siempre pensé que sus recuerdos estaban deformados por los espejismos de la nostalgia. Hoy me acuerdo de mis 72 horas en Galicia y me pregunto si todo aquello era verdad, o si es que yo mismo he empezado a ser víctima de los mismos desvaríos de mi abuela. Entre gallegos -ya lo sabemos- nunca se sabe.
Copyright 1983. Gabriel García Márquez-ACI.

Ancestos gallegos de Gabriel "Gabo" García Márquez

MUERTE DE GARCÍA MÁRQUEZ


‘Gabo’, a Cunqueiro: “Que yo también soy gallego, paisano”

 
ANÍBAL MALVAR | 19/4/2014 
 
Cuando yo era joven e indocumentado y leí Cien años de soledad me pareció una novela realista. No entendía –y sigo sin entender– lo de readjetivarla en mágica. Soy gallego.Alvaro Cunqueiro, Valle-Inclán, mi artúrico y queridoMéndez Ferrín, Fernández Florez y Torrente Ballesterya danzaban por mis venas. A mis novias les salían mariposas amarillas de debajo de las faldas y varios de los amigos que yo frecuentaba eran espectros, lo que abarataba mucho el invitarlos en el bar. Además, en mi país hay sirenas, cantarinas hurgamanderas del mar que no saben hacer el amor en la postura del misionero. ¿De qué coño iban aquellos etiquetadores de belleza considerando mágicos los muy veraces e incontestables sucesos que recorren Cien años de soledad y mi tierra de punta a punta? El realismo mágico se inventó en Galicia, y por eso en Galicia no es ni mágico. El realismo es ver lo que hay, y aquí lo mágico efluye de la tierra como en otras tierras nace el trigo.
Por descontado, años después, a ningún paisano mío le extrañó enterarse de que Gabo era gallego. Se le veía venir. Otro indiano que regresa rico, aunque unas pocas generaciones más tarde de lo que nos tienen acostumbrados los indianos. Algún mesetario seco o alguna envidiosa catalana me querrán ningunear el argumento recordando que Gabo dejó escrito que esparcieran sus cenizas entre Colombia y México, y no en Galicia. Llevan razón. Pero, como son menos mágicos que realistas, no se dan cuenta de que dejó sus cenizas allí, pero aquí se vino a habitar su fantasma. Supongo que ya estará asustando adolescentes en umbrías carballeiras, como hacen todos los fantasmas egregios que nos eligen para pasar su eternidad. La bruma les viste mucho.
Gabriel García Márquez obtuvo su carnet de gallego a finales de los años 60 en Barcelona, ante la socarrona mirada de Álvaro Cunqueiro. Se sabe, por boca del propio Gabo, que aquel encuentro sucedió. En un restaurante del Raval de muy difusa memoria, como todo lo que concierne a los seres inexplicables, Gabo le explicó a Cunqueiro quién era Tranquilina Iguarán Cotes, abuela del colombiano, y también conocida como Úrsula Iguarán, prima y esposa de José Arcadio Buendía.
Tranquilina era una mujer de piel guajira y memoria y genética galaicas. Cuando nació Gabo en 1927, Tranquilina ya cumplía los 65 años. Una edad muy avanzada para aquellas calendas. “Mis abuelos eran descendientes de gallegos, y muchas de las cosas sobrenaturales que me contaban provenían de Galicia”, gustó de decir y escribir Gabo muchas veces, y es imposible pensar que no se lo dijera también a Cunqueiro en aquel encuentro tabernario en Barcelona a finales de los años sesenta. Y quien no esté muy seguro de si lo contó, es que no conoce a los gallegos ni ha leído jamás a Cunqueiro y a Gabo.
También es seguro que el colombiano intentó conseguir del mindoniense un certificado de denominación de origen gallego. Era su manera de vindicar a Tranquilina. “Surgió mi interés de descifrar su ascendencia, y buscando la suya encontré la mía en los verdes frenéticos de mayo hasta el mar y las lluvias feraces y los vientos        eternos de los campos de Galicia”, reconoció el Nobel en 1983.
No se sabe si García Márquez logró de Cunqueiro su certificado de galleguidad, pero nunca cejó en su empeño. También arrojó a hermana Ligia, historiadora, a indagar la genealogía familiar en busca de confirmación, pero lo único que sacó en limpio es que los antepasados de Tranquilina habían arribado a Venezuela en el primer cuarto del siglo XIX. Al remontarse atrás, cómo no, solo halló bruma. Es mucho más fácil alcanzar la denominación de origen gallega escribiendo Cien años de soledad que indagando en turbias genealogías pobladas de líricos fantasmas y chorimas, que así se llama la flor del tojo.
Pero es presumible que Cunqueiro sí le concediera la gracia al guajiro analizando hechos posteriores. Unos 20 años después de aquel encuentro, García Márquez fue perseguido hasta Los Angeles por el periodista lucense Carlos G. Reigosa y le saludó así: “¿También tú por aquí? Ah, gallego, gallego. ¡Los gallegos somos los seres más testarudos del mundo! Se lo he dicho muchas veces a Fidel Castro, que, como buen gallego, es de una terquedad ilimitada”.
Pues sí que somos tercos. Da gracia pensar que la gallega Tranquilina, inspiradora de los sucesos fabulosos de Cien años de soledad, jamás pisó Galicia. Y que Gabriel García Márquez solo pasó tres días en su tierra. Pero, por lo que relató, parecen más que de sobra: “Desde que tengo memoria les he oído hablar de Galicia a los gallegos de América, y siempre pensé que sus recuerdos estaban deformados por los espejismos de la nostalgia. Hoy me acuerdo de mis 72 horas en Galicia y me pregunto si todo aquello era verdad, o si es que yo mismo he empezado a ser víctima de los mismos desvaríos de mi abuela. Entre gallegos -ya lo sabemos- nunca se sabe”.
Pues eso, Tranquilina: que nunca se sabe.
 

miércoles, 16 de abril de 2014

 
 
FINALIZANDO SU GIRA POR PERÚ Y CHILE, HIZO ESCALA EN ARGENTINA

El secretario xeral de Emigración compartió un encuentro con los estradenses de Buenos Aires

Rodríguez Miranda -en el centro-, durante la comida en el Centro Cultural Partido de La Estrada.
Por Mariana Ruiz, para Galicia en el Mundo.
El secretario xeral de Emigración, Antonio Rodríguez Miranda, hizo escala en Buenos Aires, el domingo 13, antes de regresar a Galicia, tras la gira que realizó por Perú y Chile.
Pasado el medio día, Rodríguez Miranda llegó a la capital argentina para participar en la comida organizada por el Centro Cultural Partido de La Estrada en Buenos Aires, junto al delegado del gobierno gallego en el país, Alejandro López Dobarro, quien también lo acompañó en su viaje a Chile.
Durante la comida, que congregó en la sede estradense a unas doscientas cincuenta personas, el responsable de la cartera gallega de Emigración trasladó a los presentes el saludo del presidente del gobierno Autonómico, Alberto Núñez Feijóo, y aseguró que “hoy Galicia es un ejemplo” para otras comunidades que siguen sus pasos.
Por otra parte, el dirigente señaló que es importante que la ciudadanía en el exterior vote en los comicios europeos del próximo mes de mayo. “Independientemente de por quién voten –dijo- lo que les pido es que participen” y valoró: “en este momento en el que los parlamentarios españoles analizan la posibilidad de modificar la ley orgánica del régimen electoral (LOREG) para simplificar el mecanismo del voto del exterior y promover la participación es importante demostrarles que tienen interés por participar”.
En declaraciones a esta publicación, el secretario xeral señaló que después de haber conocido a los colectivos en general, “ahora es tiempo de que los visite en su propia casa” y adelantó que continuará acercándose a las instituciones gallegas en su gestión.
Durante la comida, organizada para celebrar el cumpleaños de sus socios, hubo mucho baile de la mano del grupo musical de Manolo Sampayo y canciones gallegas interpretadas por el coro de la institución que dirige por la profesora Liliana Montiel y  que el público también acompañó desde las mesas.
 
Los preparativos  para el ‘Galicia Celebra’
Consultado sobre los preparativos para la participación gallega en el marco del ciclo de festejos que impulsa el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Rodríguez Miranda  adelantó que “Galicia ya está trabajando de la mano con el gobierno porteño”.
Desde Galicia, precisó, se está trabajando “de forma transversal” en todos los departamentos que intervendrán: la Consellería de Medio Rural, Turismo de Galicia, Artesanía de Galicia,  Galicia Calidade, el Igape y la Consellería de Cultura a través de Agadic.
 “En un trabajo –agregó- coordinado y solidario con la colectividad gallega”; colectivo al que convocó a “hacer del 14 de septiembre un gran Día de Galicia, que sea inolvidable en Buenos Aires y la Argentina y eso solo va a ocurrir si toda la colectividad gallega se implica”, apuntó el secretario xeral.
 

jueves, 10 de abril de 2014

Bienvenida de Zarza, una extremeña, que cumplió 105 años en Buenos Aires

Una habitante de Buenos Aires, más precisamente del barrio Maipú, del partido de San Martín, cumplió 105 años, y que transita por sus calles desde hace 64 años.

Este es el caso de Bienvenida Crego García de Basile, una mujer nacida hace más de una centuria en el pueblo Zarza de Granadilla, ubicado en la provincia española de Cáceres.



En la foto, la señora Bienvenida durante su cumpleaños número 100, rodeada con familiares y amigos como Juanita Planchuelo y Alfredo Rubio, directivos de la Asociación de la Prensa Española de Argentina (APEA)

Granadilla (vinculado su nombre al antiguo señorío de Granada) es una villa amurallada de origen feudal ubicada en el noroeste de Cáceres, incluida a partir de los años 60 en el municipio de Zarza de Granadilla, pero que anteriormente fue cabeza de partido y capital de la comarca conocida como Tierras de Granadilla.

La celebración del centenario festejo fue publicada en el diario Clarín, en el suplento zonal correspondiente a San Martín.

"Con apenas cuatro años pisó por primera vez tierra argentina. Vino a pasar un tiempo, junto con sus hermanos y padres, Bonifacio Crego y Agustina García. Todos se volvieron pero su hermano mayor, Julián, se qudó a vivir acá. En 1922, cuando se padre falleció en España, y teniendo 12 años, regresó acompañada por su madre y tres hermanos y se reencontraron con Julián, que los esperaba en el puerto de Buenos Aires", relata su hija Alicia.

Esta inmigrante viajó por el término de 28 días cruzando el Atlático en el Buque Ortega, y en Argentina se casó a los 25 años con el italiano Carmelo Basile, con quien tuvo dos hijos: Alicia de 73 años y Alfredo de 77.


martes, 1 de abril de 2014

Liliana Montiel recibe distinción de Liga Pro Comportamiento Humano


Directivos de APEA, encabezados por Pilar González Torrilla, acompañaron a Liliana Montiel, directora de distintos coros de la colectividad española, en la entrega del premio que recibió de la Liga Pro Comportamiento Humano.

El acto tuvo lugar en el Centro Región Leonesa de la ciudad de Buenos Aires. Participaron del mismo: Javier Vence, Alfredo Rubio, Nélida Ortiz Martioda, Juanita Planchuelo y Roberto Taberner.

"Realmente, desde APEA, desde los medios de la colectividad española acompañamos con gran afecto a una gran representante de nuestra cultura, tal como es Liliana Montiel: Felicidades por la distinción recibida", expresó Pilar González tras el acto.